lunes, 23 de febrero de 2009

Napoleon y la Blitzkrieg

El libro "Las Campañas de Napoleón. Un emperador en el campo de batalla de Tolón a Waterloo (1796-1815)" de David Chandler, es muy aconsejable para estudiar en detalle las campañas del Gran Corso y su admirable práctica militar. Su fama de imbatible no fue casual ni producto de circunstancias meramente políticas y sociales. Napoleón inventó poco pero su genio destacó en la aplicación, de forma brillante, de las ideas de otros estrategas que le precedieron.
Napoleón supo entrar en el siglo XIX antes que sus enemigos, y ese retraso lo pagaron caro.
Sus ejércitos eran capaces de desplegarse en frentes tan amplios que impedían a los generales contrarios calcular por dónde iba a realizarse la ruptura principal. Sus tropas estaban habituadas a largas y durísimas marchas realizadas con el máximo de velocidad de la época; sus destacamentos, de gran movilidad, podían ahorrarse días en el traslado y sorprender al contrincante en lugares donde “no podía estar”.
Él cuidaba que sus tropas estuvieran reunidas en los puntos prefijados y concentradas para atacar con ventaja de hombres y material.  
Por otro lado la unidad de mando de sus ejércitos era mantenida cuidadosamente para lo cual dio mucha importancia, al contrario de sus enemigos,  a mantener expeditas sus comunicaciones. En cambio, sus adversarios (como los austriacos en la campaña de Italia), privilegiaban los movimientos complejos, realizados por grandes unidades alejadas entre sí y con problemas de desplazamiento debido al gran bagaje de suministros que necesitaban. Los ejércitos del siglo XVIII estaban acostumbrados a vivir de sus provisiones; los franceses preferían la rapiña por dónde pasaban aligerándose así de embarazosa impedimenta.
Napoleón estudiaba cuidadosamente los escenarios de sus batallas futuras y utilizaba todos los métodos de engaño posible para ocultar sus planes. Enviaba, por ejemplo, su caballería ligera por delante del grueso de sus fuerzas, para evitar la acción de exploradores enemigos y ocultar además la estructura de sus despliegues.
Acostumbraba a utilizar principalmente tres maniobras estratégicas: el ataque de flanqueo, por líneas interiores; el ataque en cuña, y la penetración estratégica.
La primera buscaba atacar, siempre que fuera posible los flancos de los ejércitos enemigos. La segunda, cuando se enfrentaba a fuerzas superiores, consistía en atacar primero al ejército más débil y luego volverse contra el mayor. Y la tercera, la penetración estratégica, cuando el enemigo esta desplegando en una larga línea enfrentándolo, penetrar en profundidad por un flanco desguarnecido y hacerse fuerte en una ciudad situada en pleno territorio hostil. En cuestión de poco tiempo el frente de batalla había girado 180º.
En todos los casos Napoleón no se ajustaba a un plan predecible. Prefería las combinaciones tácticas para evitar anticipar sus objetivos principales; manteniendo en la duda al Estado Mayor enemigo por donde realizarían los franceses el ataque principal y si el avance detectado lo indicaba o, por el contrario, sólo constituía un ataque de diversión.
A diferencia de la estrategia predominante en el siglo XVIII Napoleón huía de las batalles frontales, con dos ejércitos machacándose recíprocamente hasta que uno terminaba abandonando el campo indicando así su derrota. Prefería posiciones flexibles, ahorrándose víctimas inútiles aunque tampoco desdeñaba los ataques frontales si la ocasión le obligaba. Utilizaba intensivamente la artillería para debilitar las partes vitales de su enemigo y daba un uso intensivo al "cuerpo de ejército" que utilizaba como un mini ejército completo (infantería, caballería y artillería) para fijar al enemigo durante el tiempo necesario en que llegaran los refuerzos o se facilitara la operación de flanqueo.
El avance napoleónico con varios ejércitos avanzando en un ancho espacio y reuniéndose en torno al primer enemigo importante que se presentara recuerda a una masa de hormigas en movimiento; arremolinándose cuando localizan una víctima de gran tamaño. Siempre con maniobras de flanqueo y ocultamiento, atacando en sus "bisagras" al despliegue enemigo y persiguiendo sus tropas no bien retroceden, para evitar su reagrupamiento, son todas operaciones que anticipan la guerra contemporánea representada por la blitzkrieg. 
Para ver más sobre este libro



2 comentarios:

Christian C.Taylor dijo...

Caius, igual te he dicho antes que tomo ejemplo de cómo escribes, informándote al detalle antes de publicar nada y tratando de ser lo más imparcial posible, aunque siempre he creído, aún siendo periodista, que eso es imposible.

Simplemente por el hecho de resaltar lo que dices sobre Napoleón, considero que admiras a Napoleón, y no te culpo por ello.

Mi temprana edad, supongo, me impide dar visiones objetivas sobre lo acontecido porque me hierve la sangre muchas cosas que han pasado. Espero algún día tener el tiempo y las ganas de poder analizar algo en profundidad, y aportar algo serio para el conocimiento de los posibles interesados, tal y como tú haces.

Lo mío no es más que desahogo, aunque empecé a hacerlo para que algunos de mis amigos, ignorantes, que no indiferentes, adquiriesen interés por lo que ha pasado, y así entiendan un poco mejor lo que está pasando, o se animen por su cuenta a saber un poco más de nuestra historia, tan poco observada.

Nos seguiremos viendo Caius, celebro conocerte.

Brigantinus dijo...

Estimado amigo, tus comentarios son muy estimulantes y lo único que se me ocurre es agradecértelos.
Pero te aclaro que no admiro a Napoleón, quien desangró, de manera inmisericorde, a Francia (y otras nacionalidades) y que como hombre, no como general, por su ambición y egoísmo fue una calamidad para Europa. Pero a cada uno lo suyo, y ello no quita que vea que sus victorias no fueron fruto de la casualidad ni la improvisación.
A mi a veces también "me hierve la sangre" pero en esos momentos recuerdo, siempre, a los músicos de una buena orquesta. Pueden estar muy emocionados más sus gestos son cuidados y precisos para que la ejecución transmita las emociones sin notas falsas.
De la misma forma aunque en el fondo latan fuertes emociones el cerebro debe funcionar a su ritmo para evitar que surjan afirmaciones mal fundadas o se muestren vacíos de información invalidantes.
Si me permites la sugerencia acuérdate siempre, cuando te tiemble la voz de rabia o se te suban las emociones trabándote la lengua (o la mano)... del músico y su ejecución. Y así tu rabia tomará la forma de buenos argumentos y sólidos conocimientos, que son, a la postre, lo único que pueden interesar a propios y extraños.
Nota: es verdad que la "imparcialidad" no existe; pero los matices son claves. No es lo mismo un esfuerzo de imparcialidad que despreciar lo que no queremos o nos parece simplemente "malo". Me atrevería a decir que la diferencia es abismal en la práctica, aunque "metafisicamente" sea sólo una cuestión "de grado".